martes, 22 de noviembre de 2011

el profesor en el aula


La alfabetización emocional se ha convertido en una pieza clave para la correcta adaptación a la vida en sociedad. Desde la Educación Infantil debemos comenzar a modelar las emociones de los alumnos y alumnas para lograr cierta competencia.




Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.
Aristóteles, Ética a Nicómaco

El movimiento para el desarrollo de la inteligencia emocional, con Daniel Goleman al frente, ha puesto de relieve la importancia de esta faceta para la persona, entendiéndola como la capacidad para reconocer nuestros sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones.

Se trata por tanto de trabajar capacidades emocionales y sociales básicas como son:
• el conocimiento de uno mismo
• la autorregulación
• la motivación
• la empatía
• las habilidades sociales

¿Cómo aflorar esa sensibilidad, susceptible de mejora y desarrollo, en el aula?

Desde luego hay múltiples posibilidades, aunque dado que en Educación Infantil empleamos la distribución temporal por rutinas, por qué no aprovecharla para introducir unas rutinas de educación emocional, pongo el ejemplo de mi aula, compuesta por veinticinco alumnos/as de cuatro años de nivel socioeconómico y cultural medio.

En la asamblea matutina no paso yo la lista de asistencia, sino ellos/as, para eso, dado que todavía no saben leer, he pegado sus fotos en una cartulina roja tamaño folio. No les pongo el nombre debajo, hay más momentos para introducir el conocimiento de la lectura, con ello consigo que se fijen en la persona, que valoren las semejanzas y diferencias que todos tenemos y que sepan respetarse como son, rubios, morenos, con el pelo rizado, liso, de raza negra o no, extranjero, etc. Además, en el período de adaptación les ayuda a conocerse los unos a los otros.

Hay muchas formas de tratar este tema, concretamente en Nueva Learning Center desarrollan un programa de alfabetización emocional llamado Self Science. Alguna de las técnicas que utilizan son fácilmente aplicables a la Educación Infantil. Explico una que he adaptado y que también desarrollo en mi aula dentro de esas rutinas de las que hablaba antes:

Una forma diferente de pasar lista la llevamos a cabo todos los días cuando el niño/a al que ese día le toca comprobar la asistencia nombra a un compañero. Éste responde no con un sí, sino con un análisis de su estado de ánimo, es decir, con un “estoy contenta porque he tenido un hermanito”, “estoy triste porque no quería que hoy lloviese”, “estoy enfadado porque mis papás no me han dejado traer mi camión a la clase”, etc. Es decir, muestran cómo se encuentran y explican el porqué, analizan sus emociones y se solidarizan con las emociones de los demás, pues surgen sentimientos comunes ante situaciones similares.

He de decir que es un hábito que al principio les cuesta un poco, pero que van educando rápidamente, obteniéndose resultados sorprendentes.

Otras técnicas que también desarrollo con mis alumnos de infantil son:

La resolución de conflictos en el aula

Se realiza de manera colectiva, es decir, él o los afectados presentan por turno sus quejas o exponen el problema como lo han vivido. Luego el resto de compañeros opina sobre lo que ha sucedido y entre todos deciden la solución más apropiada para ambas partes.

El respeto al turno de palabra

Este hábito, en el que tanto hincapié se hace en infantil en relación al proceso de socialización, es también una medida de educación de la inteligencia emocional, el motivo es que a todos les gusta ser escuchados cuando hablan pero para ello deben comprometerse a respetar y escuchar a los demás cuando les toca el turno.

Convivimos, compartimos, nos respetamos

Esto es lo que sucede a lo largo del día en un aula de infantil. Cómo es su comportamiento respecto a este enunciado es lo que valoran al final de la jornada mis alumnos/as, diciendo si se han portado bien o mal y explicando los motivos para afirmar tal cosa. Se trata de que en todo momento sean conscientes de su comportamiento respecto a los demás y aprendan a evaluarlo adecuadamente. Así, a los alumnos que concluyen que su actuación a lo largo del día ha sido positiva se le pone un gomet verde, en un cuadro de doble entrada, y a los que deciden que ha sido negativa, se les pone un gomet rojo para que mejoren el próximo día.

El cubo de las emociones

Se trata de un cubo hecho con una caja de cartón de unos 20 cm de lado, forrado y con el dibujo de una expresión facial en cada uno de sus lados: triste, contenta, enfadada, pensativa, sorprendida, cansada. El cubo es lanzado por un alumno/a, que debe representar lo que le indica el cubo. Los demás valoran si lo ha hecho bien o no.

También llevo a cabo una variante de esta técnica empleando unas tarjetas con las expresiones dibujadas; de uno en uno, los alumnos/as cogen una tarjeta y deben representarla con mímica a los demás de forma que los compañeros adivinen “cómo se encuentra”.

Estas técnicas y muchas más, tantas como imaginación posea el tutor, favorecen en los discentes un mayor conocimiento de sí mismos y de los demás que les ayuda a motivarse, a aumentar su autoestima, a reconocer sus errores, a valorar adecuadamente sus capacidades y a saber valorar a los demás en aquellas cosas que hacen bien, respetando siempre sus sentimientos. En definitiva, les ayudan a vivir en sociedad.

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